“…Caminante no hay camino, se hace camino al andar…” ya rezaba la frase del querido Antonio Machado. Lo bueno sería saber hacia dónde, reconociendo el objetivo que se pretende lograr.
Por estos días, puede verse en los distintos paisajes urbanos un sinnúmero de caminantes, trotadores y corredores, alineados dentro o fuera de un sendero, persiguiendo cada uno objetivos particulares. Sin embargo, en esta práctica cotidiana, son muchos los casos en que se cometen errores involuntarios e inconscientes que hacen infructuoso el esfuerzo y, en algunas ocasiones, provocan además dolorosos daños en la estructura esquelética y muscular.
Si bien es cierto que cualquier forma de locomoción sobre las piernas estimula respuestas fisiológicas similares, hay que destacar que el impacto sobre el sistema esquelético es claramente diferente. Al caminar todo el peso del cuerpo está siempre en contacto directo con el suelo; en cambio, al trotar o correr esto cambia. En este caso, hay un instante de vuelo luego del cual, el peso corporal recae sobre una sola pierna, en cada zancada. De esta manera, quien no tenga sus articulaciones en condiciones es probable que llegue a sufrir dolencias o quizás agravar una afección ósea, al apurar su desplazamiento.
Desde la arista fisiológica, aunque los grupos musculares participantes en estas acciones sean prácticamente los mismos, tanto para caminar como para correr; las intensidades a las cuales éstos son exigidos hacen variar significativamente sus respuestas metabólicas. Caminando se ponen a trabajar principalmente aquellas células musculares que responden a una lenta demanda de energía y, en este caso, se consumirán preferentemente las reservas energéticas derivadas de las grasas.
Como contrapartida, así como se exigen más las articulaciones cuando se realiza una carrera, también se esfuerzan más los músculos protagonistas. Al sumar esfuerzo se suman otras células musculares que demandarán energía por una vía metabólica diferente a las anteriores. Se tratará en este caso de un predominio energético proveniente de los hidratos de carbono. Comprendiendo entonces este fundamento biológico es posible elegir, de acuerdo al objetivo propuesto, cuál es la reserva energética a utilizar.
A la hora de determinar la duración del “paseo” –bien valga el término pues debe suponer un disfrute-, esta decisión dependerá principalmente de las condiciones de músculos, articulaciones y de los sistemas cardiovascular y respiratorio. Para relevar esto sin riesgo, resulta prudente comenzar de forma lenta, gradual y progresiva. Naturalmente, ante la presencia de señales físicas limitantes, se recomienda la consulta profesional especializada.
Finalmente, la elección del recorrido también mostrará significativas diferencias. En las subidas, se esforzará aun más el agitado corazón y su red de vasos sanguíneos, en tanto que, en los músculos se sumarán más soldados celulares. En cambio, en las bajadas, el mayor esfuerzo se traducirá en el sufrimiento de las articulaciones, sobre todo si el devenido atleta ha optado por correr.
Evidentemente, con un poco de información general, es más fácil lograr el objetivo pretendido. Mientras tanto, leer y preguntar siguen siendo las acciones más oportunas a la hora de “prevenir para disfrutar”.-
Lic. Luis Antoniazzi