Más allá de la malnutrición y el sedentarismo, la obesidad empieza a mostrar profundas raíces en el inconsciente de nuestra psiquis.

En su libro “Sobrepeso Emocional”, la Dra. Stéphane Clerget presenta claramente las repercusiones que las emociones atravesadas a lo largo de la vida tienen en nuestra imagen corporal. En sentido inverso, las percepciones del propio peso corporal influyen en el estado de ánimo y, por ende, en las emociones. La postura y el movimiento son factores claves en la percepción del cuerpo. Una postura cansina, de hombros caídos y mirada baja hará sentir el cuerpo como una carga mayor. También, una misma posición corporal, mantenida durante varios minutos, será percibida como una carga extra en el intento de iniciar un movimiento. Esta sobrecarga percibida tendrá un impacto directo en la apreciación del peso corporal. En otras palabras, sentirse pesado es creerse gordo y, de allí, a adquirir conductas obesogénicas, el paso es muy corto.

En otra coincidencia conceptual con la Dra. Clerget, más allá del esquema corporal, existe un esquema emocional del cuerpo. En él se representan las diferentes vivencias corporales atravesadas durante el desarrollo de la vida. Cada parte del propio cuerpo es disparadora de emociones diferentes y de manera cambiante a lo largo de la vida. A la hora de exhibir u ocultar determinadas partes del cuerpo, cada persona refleja su relación emocional con cada una de ellas. Incluso, la elección de una dieta o un ejercicio físico determinado, esperando impactar sobre esa parte del cuerpo que se pretende modificar, también es una manifestación clara del vínculo emocional con el cuerpo.

Desde otra perspectiva, ahora referenciando al Dr. José Campillo Álvarez en su libro “El Mono Obeso”, víctimas del sedentarismo, hoy carecemos del necesario desgaste calórico que provoca el movimiento corporal, aunque manteniendo aun el diseño genético ahorrador de energía en forma de grasa. Por tal desequilibrio, resulta natural la excesiva acumulación de reservas adiposas y todos los trastornos metabólicos consecuentes. Ahora, son estas enfermedades y sus limitaciones las causas que nos acercan a los estados depresivos, derivados de las frustrantes dificultades para mejorar la imagen corporal.

Ante este laberinto de emociones, parece entonces imprescindible construir una actitud diferente frente a uno mismo. En una frase “creerse flaco”. La premisa pues será renovar la propia confianza y apuntar a percibir un cuerpo saludable y vital, inicialmente aun en el mismo envase corporal. Luego, desde esta mejorada plataforma anímica, puede comenzar a construirse el nuevo esquema emocional, conducente al disfrute de la deseada imagen corporal.-