Entre el 65 y el 90 por ciento de los individuos sufrirá un episodio de lumbalgia en algún momento de su vida. El pico de incidencia se registra entre los 25 y 45 años de edad, período de vida laboral activa. “En los países desarrollados, la lumbalgia constituye la primera causa de incapacidad laboral en menores de 45 años y la tercera en mayores de 45 años”, advierte Luis Antoniazzi, kinesiólogo especializado en rehabilitación y tratamientos de columna, quien a fines del año pasado dictó una capacitación sobre dolores de espalda en la Universidad Blas Pascal.

Los dolores de espalda y alteraciones posturales tienen una génesis multicausal: factores genohereditarios, inadecuados hábitos de vida o de trabajo, vicios posturales laborales, profesionales o deportivos; edad; género; malas mecánicas corporales; pérdida de flexibilidad de fuerza y resistencia muscular; mala condición física; estados emocionales alterados; obesidad y sobrepeso; sedentarismo incrementado y otras enfermedades asociadas.

Entre los factores de riesgo inmodificables se encuentran la herencia, la edad y el sexo. Existen otros que sí se pueden modificar, como los posturales. Además se sugiere evitar el frío, el sedentarismo, el exceso de peso (abdomen prominente) y las sobrecargas, así como buscar la ergonomía en los asientos que utilizamos para trabajar. La recomendación es caminar menos con sobrecarga y, en caso de no poder evitarlas, trasladarlas en una mochila para equilibrar el peso de ambos lados. Es preciso abstenerse de llevar bolsos colgados del mismo lado del cuerpo. En esos casos es mejor cruzar y alternar el peso de un hombro a otro cada día.

“Es importante que las mochilas estén bien pegadas al cuerpo para que el peso impacte menos en la columna vertebral. También hay que considerar la relación peso-talle, y no sólo el estado esquelético, sino el estado del tejido de sostén, los ligamentos”, agrega Antoniazzi.

También hay que evitar el uso de fajas o corsés en forma permanente porque debilitan los músculos que rodean la columna. Es preferible fortalecer el abdomen, a través de ejercicios localizados regulares.

Si quien usa la faja tiene más de 40 años y la utiliza para una actividad en particular, la recomendación es quitársela lo antes posible, porque hay que evitar acostumbrarse a ella.

También es importante evitar el sedentarismo, por ejemplo caminando al menos 30 minutos diarios cinco días a la semana e ir aumentando el tiempo o la distancia recorrida. Las actividades recreativas como cortar ligustros, arreglar el jardín, o limpiar la casa no se consideran actividad física. En caso de acudir a un gimnasio, es importante tener la supervisión de un profesor de educación física.

También se recomienda un descanso adecuado: dormir ocho horas diarias y acostarse y levantarse temprano. Para ello, se pueden “bajar los motores del cuerpo” a partir de las 19, porque el mejor momento para descansar es entre las 22.30 y las 6.

Con respecto a la vestimenta, es importante utilizar buen calzado, evitar las alpargatas y los tacos altos, porque generan desequilibrio y tensión en la zona de la cintura.

“En nuestra sociedad muchas personas se acostumbran a convivir con el dolor como si fuera algo natural, pero ese malestar es señal de que el tejido blando está inflamado, entonces hay que consultar con el especialista para ver la causa”, dice Antoniazzi. Vivimos en una cultura asintomática en la que muchas veces, para no sentir dolor, se toman antiinflamatorios que esconden la manifestación, pero mantienen la causa latente. “Hay que evitar acostumbrarse a convivir con el dolor físico y consultar con el médico para averiguar la causa”, añade Antoniazzi.

 

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