Valorar la salud es mucho más que curarse de las enfermedades. Solo quienes las padecen apreciarán luego el verdadero valor de una prevención oportuna.  

En épocas de vacaciones y a la hora del recuento de logros, el trabajo aparece casi siempre en el primer lugar de la lista. De acuerdo a lo conseguido o no, surgen nuevos planteamientos para un futuro laboral más favorable. Asimismo, el cierre del calendario también puede significar el final de un año más de estudios o, quizás, el egreso. Desde otra perspectiva, el nacimiento de un nuevo integrante familiar y, por qué no, la llegada de un nuevo amor pueden iluminar los alegres rostros en aquel instante reflexivo. Sin embargo, la salud raramente es un componente enumerado en aquel balance de conciencia. La excepción estará en aquellas personas que hayan padecido o estén sufriendo algún trastorno importante, que altere sus naturales capacidades. Ellos sí valorarán la salud perdida anhelando recuperarla o, al menos, mejorarla para el próximo recuento de logros.

El antiguo diseño de nuestro organismo -aún hoy- es capaz de soportar estoicamente las nocivas incidencias de los actuales estilos de vida moderna. Sin embargo, como en todo, existe un límite. Según se trate de uno u otro organismo ese límite aparecerá antes o después, en cuestión de tiempo y de patrimonio genético. Será entonces una molestia, un dolor y/o una disfunción, la señal primaria de que “algo no anda bien”. Aunque quizás esta alteración tuvo su origen un largo tiempo atrás…

Nuestro actual sistema de salud, evidentemente asistencialista, nos lleva inexorablemente a esperar una dolencia para comenzar a girar su aletargada rueda de mecanismos. A partir de aquí, surgen algunos interrogantes puntuales: ¿Es posible reconocer la condición física sin la necesaria presencia de un síntoma? O mejor aún: Si el síntoma es claramente una señal tardía de que algo está funcionando incorrectamente, ¿hay alguna posibilidad de anticiparse a su aparición? En muchos casos, la respuesta es afirmativa.

Efectivamente, tanto la salud como el nivel de aptitud física pueden evaluarse antes de la aparición de alguna dolencia; es más, estos valores deben conocerse como herramienta imprescindible para la prevención. Al reconocer los factores de riesgo y ciertas insuficiencias, se pueden poner en marcha particulares estrategias tendientes a recuperar o mejorar los valores encontrados y, de esta forma, reducir el riesgo de padecer diferentes anomalías en el mediano o largo plazo.

Resulta indiscutible e imprescindible la preventiva valoración de algunos parámetros clínicos, tanto como una apropiada evaluación de la condición física, ya sea para identificar las características de los tejidos corporales como para dimensionar las capacidades físicas actuales. Desconociendo este escenario e ignorando las factibles disfunciones, será esperable la aparición de determinadas afecciones a la salud, propias de su voluntario descuido.

Entonces, que estas vacaciones traigan estas reflexiones. Que el balance en esta etapa sea completo y que la salud se convierta en una verdadera responsabilidad biológica. Ahora es el momento; el tiempo para empezar a pensar en la calidad de vida que se desea y que se merece.-