En unos días, llegará nuevamente la mañana de un día domingo. Suena muy diferente a decir “un domingo por la mañana”, como si fuera uno más. Aunque nunca lo es. Ese será un domingo único, un día irrepetible que viviremos en todo lo que va de nuestra efímera vida.

A partir de esta convicción, en algún domingo venidero, los invito a frenar conmigo, a detenernos a pensar en nuestra existencia; en otras palabras, a respondernos a nosotros mismos: ¿cómo estamos eligiendo vivir? Una elección que puede facilitar nuestros proyectos de vida, a la vez que allanar el camino hacia nuestros sueños.

Como un instrumento de cuerdas, por caso el violín, así somos: esos seres psico-físicos que van creando acordes con sus pensamientos, que luego se traducirán en armonías hechas de palabras. Y finalmente, en nuestras conductas, se verán reflejadas las verdaderas intenciones de su compositor.

Aunque sea la cosecha de un hábil lutier, un preciado violín puede desentonar su melodía si pierde su afinación. De la misma manera, nuestro cuerpo también necesita de esos dedicados momentos de ajuste para que las respuestas propias del organismo humano garanticen una óptima calidad de vida.

Cada nuevo día para nuestro cuerpo es como un nuevo concierto para ese apreciable violín. En cada mañana, se descubre una nueva oportunidad para afinar nuestras cuerdas. Mientras más afinado amanezca, más armoniosa será su melodía.

Ajustar cada cuerda en su precisa tensión se traduce en ordenar cada pensamiento en su real dimensión. Para esto, leer todo aquello que nutra el espíritu, complacerse con alguna comida saludable, disfrutar de un ejercicio físico controlado, compartir proyectos y buenos momentos con amigos verdaderos o, simplemente, brindar todo el amor  que somos capaces. Todas y cada una de estas acciones reflejan elecciones de vida cimentadas sobre actitudes positivas, la manera más saludable de honrar la vida.

Como aquellas sensibles cuerdas, nuestros pensamientos solicitan de su ajuste cotidiano para comunicarnos fielmente con nuestro entorno; como así también, para percibir sin equívocas interpretaciones lo que la vida nos propone a la vuelta de cada esquina.

Aprendamos a ver nuestro cuerpo como un instrumento por el cual nuestros pensamientos se manifiesten finalmente en hábitos. Un cuerpo sano será un transparente intérprete de saludables pensamientos.

Ahora, permítanme compartir con ustedes este pensamiento: “nuestra salud depende de la actitud que elijamos”.

(Escrito en una mañana de un domingo)